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jueves, 3 de febrero de 2011

Cuando Alemania asombró al mundo (III)

Cuando nos adentramos en la historia del fútbol, vemos que ningún país se ha caracterizado por momentos puntuales de gloria, sino por una continuidad, más o menos larga, pero evidente a simple vista, el tiempo. Ejemplos, por doquier: la Uruguay de Stábile y Héctor Castro dominó los años 20, Italia cogió su testigo en los 30 y las primeras décadas de la posguerra fueron "propiedad" de la Brasil de Pelé o Jairzinho. Cruyff hizo del Ajax el segundo equipo más dominante de Europa tras el Real Madrid de Di Stéfano y los 80 fueron la época inglesa.

Dentro de los éxitos, Alemania tiene una casuística muy puntual y concreta, a pesar de tener una selección y unos clubes que siempre han llegado a las últimas fases de todas las competiciones que disputan. Es el momento de repasar esos éxitos puntuales en este blog mediante dos capítulos en los que repasaremos los acontecimientos clave que cambiaron el fútbol germano.


1990 fue el año de la ruptura mundialística. Pocos acontecimientos como el de Italia 90 variaron la concepción de un deporte de una manera tan significativa, aunque, lamentablemente, no fue para bien. Pocos goles, mucha táctica defensiva y juego duro en definitiva, que marcó al Mundial de forma irreversible.

Basta con ojear los datos de goles marcados en las finales antes y después de 1990. No me extenderé demasiado en estos avatares, pues no es responsabilidad mía, pero dejo un dato: durante las finales de Copa del Mundo 20 años antes del torneo celebrado en Italia se marcaron una media de 4,25 goles. Desde 1990 hasta hoy, esa marca es de 1,5.

De esa perpetua sensación de espesidad no se salvó Alemania, que venía de perder dos finales consecutivas. Si doloroso fue perder en Madrid ante Italia, más lo fue la derrota ante Argentina en 1986, ya que, tras remontar un resultado adverso, fue víctima de sus propios errores.

Matthaus, soberbio en el Mundial, en su etapa con el Inter
La Alemania de 1990 vivía la madurez de algunos jugadores que ya se aventuraban a protagonizar fichajes sonados en el extranjero. Caso del Inter de Milán, necesitado como pocos de nombres ante el pujante fútbol milanés, dominador de la época. Lotthar Matthaus, eje de la selección alemana, viajó hasta Milán para engrosar la lista de los nerazzurri y poco después Brehme y el carismático Jurgen Klinsmann siguieron sus pasos.

Rudi Voeller había puesto rumbo a la AS Roma para jugar con Giuseppe Giannini, posiblemente el jugador más infravalorado del fútbol italiano de esa época por motivos tácticos obvios en una Italia muy aferrada al famoso cerrojo. Eso sí, en Roma sigue siendo un ídolo.

Por todo ello, los alemanes jugaban la Copa Mundial en casa. Además, la primera fase la disputaron en San Siro y los germanos, dirigidos por Franz Beckenbauer, no tuvieron problemas en arrasar y pasar como primeros de grupo ante la siempre incómoda Yugoslavia, Colombia y EAU.

Sin embargo, el destino era caprichoso y el emparejamiento de octavos de final fue muy molesto: tocaba Holanda, la que por aquél entonces practicaba el mejor fútbol y había ganado el Campeonato de Europa de 1988. Ese equipo mostraba su gran base de jugadores procedentes del Milan (Van Basten, Rijkaard y Gullit), y el duelo que iba a deparar la segunda ronda era todo un Milan-Inter....disputado también en la ciudad de Milán.

Posiblemente, si el Mundial hubiera sido más ofensivo, Holanda podría haber alcanzado cotas mayores. Sin embargo, no lo consiguió, ya que en la primera fase se vio sorprendida por Irlanda y Inglaterra. Destacable el primer país, debutante en un Mundial, que consiguió meterse a cuartos de final del Mundial sin ganar ningún partido, siendo el portero del Celtic, Packie Bonner, el héroe irlandés en los octavos de final ante Rumanía, parando un penalti decisivo en la tanda.


Con las manos en la masa, Frank
El partido de las dos mitades de Milán fue tosco y por momentos violento. Rudi Voeller se autoexpulsó en el minuto 22 por una mano absurda y unas disputas con los holandes, sobre todo con Frank Rijkaard, que también acompañó al alemán al vestuario después de escupirle en la cara. Un fotógrafo avispado pudo captar una foto histórica y muy lamentable. Todavía los holandeses se preguntan porqué lo hizo, casi al mismo nivel que los franceses lo hacen sobre el cabezazo de Zidane en 2006.

En el terreno de juego, Klinsmann adelantó a los alemanes en el marcador y, ante la desesperación holandesa, Andreas Brehme sentenció el partido. Los holandeses fallaron ocasiones clamorosas y el tanto de penalti de Koeman llegó muy tarde (minuto 89).

De los cuartos de final casi mejor no hablar, pues Alemania derrotó a Checoslovaquia por un tanto sin réplica de Matthaus desde los once metros en un encuentro aborrecible. En semifinales se cruzaría en el camino la Inglaterra de Gary Lineker, muy determinada en hacer pagar lo que consideraron un atraco cuatro años antes, con la famosa Mano de Dios de Maradona. Más si cabe conociendo que Argentina había derrotado, no sin polémica, a la anfitriona Italia.

Por enésima vez, el choque tuvo que dirimirse desde el punto de penalti. Tras igualar con un gol al término de los 120 minutos de rigor, los penaltis dicieron otra vez la suerte del finalista. El gol alemán fue muy surreal y se produjo tras un rechace que se tragó de una forma increíble Peter Shilton.

En los penaltis, Bodo Illgner le ganó la partida a su homólogo, deteniendo el decisivo penalti de Stuart Pierce con las piernas. Ese penalti, traumatizó mucho al jugador inglés, que no se pudo resarcir hasta la Euro 1996, en aquella recordada tanda de penaltis contra España en cuartos de final. Como siempre, nosotros pagando los platos rotos...

En la final esperaba la Argentina de Maradona, que había encumbrado al portero Sergio Goycochea como su mejor jugador hasta el momento. Muy sintomático. Decíamos que en las semis hubo polémica y la razón fue el señor Diego Armando, estrella del Nápoles, donde se jugaba esa semifinal: en la víspera del partido había pedido a los aficionados napolitanos que apoyaran a los argentinos, hurgando en la herida social italiana por excelencia, la brecha económica entre el norte y el sur.

"Ahora os quieren, pero durante el resto del año se olvidan de vosotros. Yo no", llegó a afirmar Maradona. Cuando llegó la semifinal al San Paolo, la afición estuvo con la selección italiana y devolvió el mensaje a Maradona. "Tú eres nuestro Dios, pero Italia es nuestra patria", mostraba una pancarta. Italia perdió aquel partido, y el norte se "cabreó" bastante con los argentinos.

La final era en Roma, y durante la ceremonia de los himnos, los italianos silbaron al argentino, algo que no le gustó al 10, no teniendo reparos en comunicarlo en ese preciso instante, con una dosis de ira evidente. Omito lo que dijo, aunque dejo el vídeo para que lo comtempléis los que no lo hayáis visto. Es difícil concentrarse de esa manera para una final de una Copa del Mundo, y Argentina no estaba en ella en cuerpo y mente.



El partido, como siempre, no fue nada del otro mundo y sólo se decidió, como siempre, desde la pena máxima. A menos de diez minutos del final, Argentina cometió un error que valió un Mundial. Con un jugador menos, no podían aspirar a mucho más que los penaltis, que tan bien les habían ido. Matthaus fue derribado en el área y el árbitro mexicano señaló los 11 metros sin dudarlo un instante, ante la desesperación argentina. Brehme lanzó el penalti y batió a Goycochea, engañándolo al tirarlo con su pierna "mala", que era la derecha. El se introdujo lentamente en la red, pero el factor sorpresa fue decisivo, porque el portero argentino no lo esperaba. Posiblemente lo más mágico de una final que no pasará a la historia por su bonito juego y su deportividad caballeresca.



Alemania igualaba a Brasil e Italia en cetros mundiales, se tomaba la revancha de cuatro años antes y Franz Beckenbauer se corvertía en el primer entrenador campeón que lo había sido antes como jugador. Por su parte, Matthaus se llevó el Balón de Oro. Hasta el momento, Alemania no ha conseguido más cetros mundiales, pero ha estado cerca. El nuevo milenio trajo otro gran momento para el fútbol alemán...

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